Una Promesa Que Emociona

Hace unas semanas atrás, como todos los años, en un nuevo aniversario del paso a la inmortalidad del  General D. Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano, hombres y mujeres del ejército del aire, juraron la Bandera Nacional. Este hecho tan significativo y sagrado para todos los argentinos tuvo en esta oportunidad a un invitado especial: Lisandro Leonel López, el alumno que recorrió más de 7km desde el Cerro Champaquí  para realizar la promesa a su bandera.

Con sólo 10 años Leonel siente un profundo amor por su tierra, por su historia y es para muchos un ejemplo de esfuerzo y  compromiso.  A continuación, David Agüero, Director y Maestro de la Escuela Florentino Ameghino narra su experiencia junto a Leonel y su familia:

  “…El día 20 de junio de 2018 hemos disfrutado, junto a la familia López, de una jornada muy especial… Pero llegar a ese día comenzó mucho antes.

  Desde hacía tiempo estábamos en contacto con el Suboficial Mayor Roberto Magallanes, y nos invitó a ir con los chicos para este evento. Las comunicaciones continuaron, y en el mes de febrero tuvimos la primera entrevista en persona en la Escuela de Suboficiales en Córdoba. Todo estaba en marcha, las familias de los dos alumnos mostraron interés en este evento, y comenzaron a ver cómo harían para bajar a sus hijos desde las alturas de Córdoba. Lamentablemente la familia González y su hija no pudieron bajar.

  El día 19 de junio, el alumno Leonel López, junto a su padre Sebastián, comenzaron a caminar para recorrer los 7 kilómetros que separan su hogar de Villa Alpina, lugar más cercano en el que tienen acceso a un camino vehicular. Consiguieron quien los llevara, y al caer la noche llegaron a la casa de sus padres en Villa General Belgrano. Me acerqué hasta la casa de Moisés López y Doña Juana (los abuelos de Leo) para repasar junto al niño el protocolo correspondiente al Abanderado y la Promesa de Lealtad a la Bandera. Y allí ocurrió algo especial.

  Don Moisés comenzó a  contarle a su nieto el honor, lo especial, que era portar nuestra Bandera, la Bandera de Ceremonia. Y su nieto lo escuchaba, como solo se escucha a un abuelo… Moisés le contó cómo, aquel 20 de junio de 1969, su pecho se llenó de orgullo al Jurar la Bandera como Soldado de esa misma escuela a la que irían al día siguiente. Luego repasamos el tratamiento de la Bandera de Ceremonia, y como el cielo raso de la casa era bajo, lo hicimos afuera, bajo el cielo estrellado y la helada que comenzaba a caer. El padre de Leonel, Sebastián López, había sido Abanderado en la primaria, y recordaba como si fuera ayer cómo portar la Bandera. Comenzó a darle consejos a su hijo… y su hijo lo escuchaba, como solo se escucha a un padre.

  El día 20 partimos temprano desde el Valle de Calamuchita, de noche aún, hacia la ciudad de Córdoba. Entre charlas junto a la familia López, Don Moisés, Doña Juana, Sebastián y su hijo Leonel nos dirigimos a la cita. Llegamos a las 8 de la mañana a la Escuela de Suboficiales de la Fuera Aérea, y ya nos estaba esperando Roberto Magallanes. Nos recibieron con mates, facturas, bizcochitos y mucho calor humano. El Sub Director de la Escuela, Comodoro Dante Leone, junto al Comodoro Guillermo Mondati y la Srta. Luciana de Relaciones Públicas, nos dieron una recepción personal en las oficinas de la Sub Dirección, recibiendo personalmente al alumno Leonel López, quien recorría la institución con nuestra Bandera de Ceremonia. No solo Leonel llegaba desde las Sierras Grandes, sino que su abuelo volvía a su cuartel, donde ya al ir llegando le fueron llegando los recuerdos del lejano ayer. Y allí estaba, en un viejo libro de Actas, su firma de puño y letra de cuando ingresó al Servicio Militar Obligatorio.

  La gente fue llegando, los espectadores, la Banda Militar, los Cadetes, los Aspirantes. La plaza de armas se iluminó con el sol, dando calor a los presentes que se iban congregando.

  Llegó el momento, comenzó el acto. Me llenó de orgullo, como docente de Leonel, ver su postura ejemplar como Abanderado, cuidando en cada momento cada detalle, cada postura.

  Fue impresionante escuchar como en el ámbito militar cantan cada canción, el Himno Nacional, la Marcha a mi Bandera, la Marcha de Malvinas. Fue inspirador. Los uniformes, verlos marchar, el orden, todo al son de la Banda Militar, brindaron el  marco para recordar al creador de nuestra Enseña Patria, que dejara su vida aquel lejano 20 de junio de 1820. Ocho años antes, sobre el margen del Río Paraná, El General Manuel Belgrano nos había dado nuestra Bandera, tan bella. Pero más impactante fue el “¡SÍ, JURO! ” de Cadetes y Soldados cuando el Director, Comodoro Julio Gerardo Lucero, dijo la fórmula de rigor: -¿Jurais a la Patria, seguir constantemente su Bandera, y defenderla, hasta perder la vida?-. Juramento que supieron cumplir con compromiso, entrega y sacrificio, treinta y seis atrás sobre nuestras Islas Malvinas.

  Al finalizar el acto llegaron las fotos. Leonel había estado más de una hora firme, y lo notaba algo cansado. Pero dio de sí un poco más, y accedió a cuanta foto se le pidió. Y sí, creo que muchos vieron en su gesto de venir de tan lejos, eso que es en definitiva “Prometer la Bandera”. Porque en definitiva qué le prometemos: le prometemos ser una persona de bien, un argentino de bien, que en cada pequeño acto de la vida cotidiana sume su granito de arena para hacer de este país un lugar mejor, y engrandecer nuestra Nación.

  Luego nos invitaron a un delicioso almuerzo en el Casino de Suboficiales, que compartimos junto al Suboficial Mayor Magallanes.  Y por último dimos un paseo por los Veteranos de Malvinas de acero, el Skyhawk A4 y el Mirage.

  Nos despedimos afectuosamente de Magallanes y emprendimos el regreso. Durante el trayecto a casa fuimos charlando sobre todo lo vivido ese día. Quedamos todos muy felices, con una sensación de tener dentro nuestro ahora uno de esos recuerdos que duran para toda la vida. Para Sebastián López fue doblemente especial, ya que vio a su hijo Prometer la Bandera, Abanderado y emocionado; y lo vio a su padre feliz por poder volver y rememorar su juventud.

  Doña Juana, testigo de todo, de la alegría de su nieto, de su hijo y de su esposo, recordaba: -¿Te acordás Moisés cuando estábamos de novios, y yo me vine desde Villa Alpina para verte? Ahí te esperé, en esa garita, que te llamaran, para poder verte, aunque sea, un ratito…”

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *