El 27 de febrero de 1812, el general Belgrano estableció en Rosario las baterías Libertad e Independencia, disponiendo en dicha oportunidad, enarbolar una bandera celeste y blanca, “conforme a los colores de la escarapela nacional”.
Nuestra bandera celeste y blanca es el símbolo común y propio de todos los argentinos, sin distinguir origen, religión, edad, género o ideas. Como expresó Joaquín V. González, en su obra La Tradición Nacional: “Las naciones condensan en un signo visible esa idea de la unidad, del amor y del deber cívico; éste es un sentimiento tan antiguo como la humanidad y ese signo es la bandera”.
Por eso mismo ha podido decir el jurista y educador José León Suárez: “…Tened presente que nuestra Patria se simboliza en la bandera argentina y que, por tanto, esa enseña ampara y encarna, idealmente, nuestro territorio, nuestros habitantes, nuestras aguas y pastos, nuestras brisas y pamperos, nuestros recuerdos y esperanzas, en una palabra, la integridad moral y material de la Nación Argentina”.
En más de dos siglos de existencia, nuestro pabellón celeste y blanco ha acompañado a los argentinos en todas sus empresas. Circunnavegó el mundo, atravesó los Andes, llegó al polo sur, subió al Aconcagua y al Everest y llegó al espacio en los cohetes de investigación atmosférica de la Fuerza Aérea a mediados del siglo XX. Navega los mares en lo alto de nuestros buques, órbita alrededor de nuestro planeta, en nuestros satélites y surca el espacio aéreo en los planos de nuestras aeronaves. Desde la batalla de Tucumán en ese mismo año de 1812, ondeado en todos nuestros campos de batalla, hasta Malvinas. También ha sido izada en diversas partes del mundo, desde el Congo y Mozambique hasta Haití, pasando por Chipre, las aguas del golfo Pérsico y Kosovo, como parte de los contingentes militares argentinos allí desplegados en misión humanitaria integrando las Fuerzas de Paz de la Organización de las Naciones Unidas.
En la Escuela de Suboficiales de la Fuerza Aérea Córdoba ondea a su ingreso, estando presente desde lo alto en todas y cada una de nuestras actividades diarias como símbolo por antonomasia de esa Patria a la que servimos.
